En 1970, el biólogo David Mech publicó sus observaciones sobre grandes grupos de lobos en cautiverio: estos grupos fueron conformados artificialmente a partir de individuos de diferentes manadas. Este grupo de observaciones dio lugar a la conocida Teoría de la Dominancia.
Lógicamente, el estrés del cautiverio, la inseguridad de encontrarse con otros individuos desconocidos desató conflictos y peleas varias, lo que fue identificado como dominancia dentro del grupo social. A aquellos que ganaron las peleas, los denominaron macho y hembra “alfa” y aquellos que perdieron, los subordinados, obtuvieron los nombres de otras letras del alfabeto griego.
En la naturaleza el grupo social de lobos no se comportaba de la misma forma que en cautiverio.
Cerca de 30 años más tarde, el mismo David Mech indicó que, luego de observar manadas de lobos en la naturaleza, los términos griegos no eran los más adecuados, sino que lo más acorde sería denominar macho y hembra reproductor o, incluso, padre y madre.
Y es que, en la naturaleza, las relaciones sociales son mucho más parecidas a las relaciones de los humanos, en las cuales un individuo toma un rol dinámico, pasando de proveedor de alimentos, a cuidador de infantes en un pestañear de ojos.
Por alguna extraña razón, el segundo memo nunca llegó y mucha gente sigue pensando que su perro, no solo quiere dominar a su familia, sino también al mundo entero.
Durante el proceso de domesticación del lobo, los humanos seleccionamos los ejemplares más dóciles, aquellos que nos representaran menos riesgos a la hora de interactuar. Esta práctica se extendió durante el diseño de las diferentes razas. Al día de hoy, el perro comparte como máximo un 2% de la genética del lobo: si bien son físicamente similares, el perro ya es considerado una especie distinta respecto del lobo (Canis Lupus vs. Canis Familiaris). ¿A qué viene todo esto? A que hace 50 años todavía no había tantos estudios para indicar esta distinción y, por tanto, era bastante esperable que si observaban algo en el lobo, lo trasladaran automáticamente a la conducta canina.
¿Qué pasa en la actualidad con esta teoría?
Al día de hoy, hay un sinfín de estudios desarrollados en perros que nos ayudan a conocer más y mejor a nuestro mejor amigo, nos hacen reflexionar sobre la relación que tenemos con ellos y nos invitan a observarlos y a descubrir al perro real.
Este nivel de evolución también se ha visto en la ciencia, donde los diferentes autores toman características particulares para definir la dominancia, por ejemplo:
En 1986, De Waal indicó: “La dominancia y la subordinación no sólo se expresan en el contexto de interacciones agonísticas sino también en los vínculos afiliativos. La sumisión puede ser descrita como el esfuerzo del individuo inferior por conseguir una integración social armónica y amistosa.”
En 1993, Drews definió: “La dominancia en perros puede ser descrita como una característica de una relación social entre dos individuos, en la que uno de los dos (el dominante) aparece como ganador, de forma consistente, en las repetidas interacciones agonísticas y el otro (el subordinado) acepta la autoridad sin rebelarse.”
En 2012, Abrantes expresó: “La dominancia es un comportamiento cuantitativo y cuantificable mostrado por un individuo con el fin de ganar o mantener el acceso temporal a un recurso particular, en una situación particular, versus un oponente particular, sin que ninguno de los dos perros se hagan daño. Si alguna de las partes resulta herida, entonces ya no hablaríamos de comportamiento dominante sino de comportamiento agresivo.”
En 2014, López García escribió: “Las jerarquías de dominancia son una manera, seleccionada evolutivamente, desarrollada por medio y moldeada a través de la experiencia, de limitar la agresión dentro del grupo social, estableciendo relaciones de prevalencia o estatus entre sus componentes a través de la emisión de señales ritualizadas para regular la prioridad de unos individuos sobre otros en momentos de conflicto, típica, pero no exclusivamente, el acceso a recursos. Las jerarquías de dominancia crean una disposición histórica incruenta de unos individuos sobre otros que tiende a la estabilidad y disminuye el riesgo posterior de enfrentamiento en situaciones potencialmente conflictivas, favoreciendo así la estabilidad emocional, los vínculos afectivos y la relación colaborativa entre todos los individuos del grupo.”
Más allá de las pequeñas (y no tan pequeñas) diferencias entre estas afirmaciones, algunos conceptos clave y actualizados serían los siguientes:
- La dominancia es una característica de las relaciones sociales que se muestra dentro de un grupo social: si tu perro pretende agredir a otro individuo fuera de su grupo social, no está siendo dominante, sino que está siendo agresivo, reactivo, miedoso, etc. (habrá que ver el caso en particular).
- Dentro de las relaciones sociales, los seres sociales como los perros buscan la cohesión, es decir, lograr la armonía de la manada con la menor cantidad de conflictos posible: los conflictos agotan tanto física como mentalmente, ponen a los perros en desventaja, etc.; en definitiva, no convienen.
- Un perro que te pone la pata encima o se sienta sobre tu pie, probablemente busque mostrarte algo o pedirte cariño, no dominarte.
- Los perros tienen relaciones más cooperativas y menos competitivas con los humanos que con sus pares intraespecíficos: nos ven más como compañeros de vida que como su competencia por alimento.
- La dominancia poco y nada tiene que ver con la agresividad, pero muchas veces la confundimos: un perro con actitudes dominantes nunca buscará resolver un problema a través de la agresión.
- Un perro que se recuesta frente a la puerta de la habitación en la cual estás no busca controlarte ni bloquearte el paso, sino que probablemente quiera estar con vos.
- La dominancia tiene ciertas características que la hacen observable, cuantitativa y cuantificable, es decir que podemos estudiarla y crear una estadística a partir de las demostraciones de dominancia de un perro x.
- Un perro que te rompe los zapatos, no lo hace por dominancia, sino probablemente porque no tenga sus necesidades básicas cubiertas o porque te extrañe.
- Las formas de expresar dominancia incluyen señales ritualizadas: un repertorio bastante amplio de señales que buscan evitar al máximo lesiones físicas y emocionales.
Cuando nuestros perros establecen una jerarquía de dominancia, no están buscando problemas, sino soluciones.
¿Qué hacer si nuestro perro muestra características dominantes?
En principio, es importante que tengamos en cuenta que la jerarquía de la dominancia tiene una función, que es la de mantener la cohesión del grupo social: no es cuestión de retar al perro y ya (que, además, si lo retamos tal vez inhibimos esa conducta asociada y pasa derechito a la agresión, cosa que ¡no está bueno!). Hay que dejar en claro que cuando nuestros perros establecen una jerarquía de dominancia, no están buscando problemas, sino soluciones. Nuestro trabajo como tutores responsables es que no se vean obligados a establecer dicha jerarquía.
Lo primero que debemos hacer es analizar la situación para llegar a la razón de la demostración de dominancia, teniendo en cuenta 4 principios básicos: mantener a nuestro perro en un lugar donde los recursos estén asegurados, sean abundantes y estén repartidos equitativamente; mejorar lo más posible su salud comportamental -especialmente en su dimensión social-; trabajar cualquier problema de encaje social que tenga el grupo e intervenir en los problemas emocionales y/o sociales puntuales de cualquier miembro del grupo social que lo requiera (estos últimos dos, típicamente, requieren de un profesional que los ayude!).
En resumen: involucrarse en el bienestar de nuestro perro, ofreciéndole facilidad de obtención de recursos y relaciones sociales y emocionables saludables.
Algo más de info sobre las últimas declaraciones del Dr. Mech aquí: http://www.wolf.org/wp-content/uploads/2013/09/267alphastatus_english.pdf
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