¿Te pasó alguna vez que llamaste a tu perro y ni se giró a ver qué necesitabas? Esto puede ser un problema de falta comunicación honesta.
¿Qué es la comunicación honesta? En palabras simples, es no mentirle a nuestro perro, ni siquiera sin querer.
Cuando queremos que nuestro perro haga algo, típicamente solemos enumerar un par de palabras, entre las cuales suele aparecer el nombre del perro (a veces), pero también un “vení”, un “tomá”, un “vamos”, “dale”, “che”, “ey” y un gran etcétera de otras que se van acumulando en tiempo, espacio y tonalidad.
-“Boby, sentate…. Sentate, ¡senTATE! ¡sentado! ¡SENTADO! Bobysentadovenítomásentado.”
Y Boby tal vez nos mira, pero cuando empezamos a subir el tono ya no le interesa mucho estar cerca de nosotros.
La comunicación requiere de un emisor, un receptor y un mensaje. En el caso de los perros, el mensaje es recibido a través de los sentidos: olfato y gusto reciben la parte química; el oído recepciona estados emocionales y las motivaciones embebidas en los tonos de voz; la vista le ofrece un acceso más rápido al estado emocional del emisor y el tacto también colabora con la vista. Lógicamente, el mensaje se analiza a través de todos los sentidos en conjunto…. Igual que en los humanos, digamos.
Volviendo al ejemplo de más arriba, al “inundar” a Boby con diferentes pedidos uno detrás de otro, probablemente logremos “gastar” esa palabra y que pierda más valor aún. Esto se da porque la comunicación debe contener un mensaje claro y se deben utilizar palabras conocidas. Si Boby no sabe el pedido “sentado”, hay que enseñarle primero qué buscamos cuando le pedimos eso. Para este tipo de casos, la mejor recomendación que te puedo dar es que hables en un tono informativo con Boby (especialmente si querés enseñarle algo) y que durante el periodo de aprendizaje le des oportunidad de razonar lo que le estás pidiendo y de reaccionar. Y practicar, practicar mucho.
Por otro lado, cuando le decimos “tomá” y no tenemos nada para darle, ahí directamente estamos engañando a nuestro perro (y este recurso lo hemos usado todos alguna vez). Una vez puede llegar a pasar desapercibido, pero ya la siguiente vez que lo llamemos al pedido “tomá” y no le demos nada, claramente esa palabra va a devaluarse también, más aún cuando la tiene asociada a recibir algún premio de tipo alimenticio.
Al menos durante el periodo de aprendizaje, nuestra comunicación honesta tendría que practicarse a priori y en vacío, es decir, fuera del espacio de aprendizaje del perro. Mis clientes ya lo saben, porque los mando a mirarse al espejo hasta reírse mientras practican cómo comunicarse en el tono adecuado.
Pero ojo, recordemos que lo que decimos y el tono en el cual lo decimos es solo una parte de la comunicación: nuestro lenguaje corporal está en constante observación por parte del ojo clínico de nuestros perros y complementa aquello que buscamos informar en un porcentaje mucho mayor que nuestras propias palabras. Así, podemos dirigirnos a nuestro perro con nuestro lenguaje corporal y nuestra mirada, todo esto de forma voluntaria y seguramente nuestro perro entienda si le hemos enseñado algo.
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