Los educadores caninos que utilizamos la metodología Cognitivo Emocional no valoramos conductas aisladas, sino que las observamos a través de un análisis tetradimensional. En esta nota hablaremos sobre una de las 4 patas de este análisis: la dimensión física.
He perdido la cuenta de los casos que resuelvo haciendo una única pregunta al tutor: “¿llevaste a tu perro al veterinario?” Con la simple respuesta del tutor activamos el análisis de la dimensión física, esa que solo el vete puede resolver, y en cuyo diagnóstico nos apoyamos para desarrollar los programas personalizados para la modificación de conductas, pues, ni humano ni perro vamos a prestar tanta atención en clase si nos duele la panza, o movernos con total fluidez si tenemos lastimado nuestro pie.
¿Todavía no le enseñaste o tiene infección urinaria? Antes que nada, hay que investigar el origen de la conducta.
Para un perro recibir educación para la mejora de su conducta en estos casos depende de varios factores. En principio, muchos problemas de conducta son expresiones de malestar físico por parte de nuestros perros y, cuando ese malestar desaparece, el problema de conducta se esfuma también: en este caso, lo que recomendamos es ayudar al perro a sobrellevar el mal momento, ya que, si el tratamiento es corto, es probable que no sea necesaria la intervención por parte del educador. Sin embargo, cuando la patología diagnosticada por el profesional veterinario afecta el acceso a su bienestar, la ayuda de un educador podría hacer la diferencia en su estado de ánimo general, de modo tal que al abordar su recuperación, el perro pueda lograr estar mejor en menos tiempo.
En diferentes rubros el trabajo interdisciplinario suma y en este no es la excepción: hay muchas patologías físicas que se verán beneficiadas por un trabajo colaborativo entre los tutores, el veterinario y el educador canino. Trabajar en pos de lograr el mayor bienestar de tu mascota es el camino a seguir.